Hace algunos años se tenía el concepto del bibliotecario como una persona absorta o alejada del mundo, una señora o un señor con grandes anteojos, además de extremadamente aburrido, estricto, rígido, que daba órdenes y exigía gran disciplina dentro de una biblioteca; hay todavía algunas personas que tienen dicha creencia. Es claro que este estereotipo del bibliotecario era fuertemente alimentado por el mundo de la televisión en películas y teleseries animadas. A modo personal, esta visión medieval del bibliotecario ha cambiado mucho, tanto así que se puede tener un nuevo concepto del bibliotecario en una realidad que constantemente exige cambios. ¿Cómo no recordar al gran Jorge de Burgos, el anciano bibliotecario, y además ciego, que osadamente guarda y vigila los libros ‘prohibidos’ de la abadía en «El nombre de la Rosa» de Umberto Eco (en clara alusión al venerable escritor Jorge Luis Borges)? Este era el tipo de bibliotecario, sobretodo en la antigüedad y en la época medieval, un depositario del saber y del conocimiento que custodiaba la información en formato de papiros, códices, pergaminos, papel; todo un guardián de la biblioteca.
En realidad, el bibliotecario es una persona instruida que sabe de libros, los organiza, los administra y orienta a los lectores facilitando materiales bibliográficos, entre otros. Por lo menos, este es el deber ser de todo bibliotecario, alguien que resguarda el conocimiento pero que se instruye para saber guardarlo y facilitarlo de la mejor manera. Uno de los objetivos principales de todo bibliotecario es servir al lector o usuario; esta debe ser la pasión y espíritu de trabajo.
El bibliotecario de hoy en día es muy distinto de la caricatura que antaño lo representaba como una rata de biblioteca; el bibliotecario es una persona muy sociable que está actualizándose constantemente, tanto en el manejo de los ficheros, catálogos, bases de datos, inventarios, colocando los libros en los anaqueles, especializándose en programas informáticos como en prestar cada vez más un mejor servicio, oportuno y preciso, a los que acuden a la biblioteca. Sin embargo, el ejercicio profesional del bibliotecario no se tiene que limitar, o no se debe limitar, a un centro escolar, a una institución de educación superior o a una biblioteca especializada; el quehacer del bibliotecario y una de sus principales tareas es la contribución a la docencia, la investigación y la proyección social. Para ello se necesita que el bibliotecario esté bien informado de lo que acontece en la realidad nacional y global, en el ámbito científico, político, económico, social y cultural. Solo así podrá prestar un buen servicio con objetividad y eficiencia. El saber por el saber no tiene razón de ser si éste (dicho saber) no se colectiviza, no se comparte o no se transmite a los demás. Y resulta ser éste el compromiso ético y moral de todo bibliotecario.
La primavera de mayo trae tantas cosas bonitas y entre ellas florece el merecido homenaje a los guardianes de Sofía, del Alma Máter; me refiero al bibliotecario
Fuente: Kerin Díaz- Bibliotecario Universidad Luterana Salvadoreña y miembro de Fundación Metáfora. Disponible en: http://www.diariocolatino.com/attachment/000001157.pdf
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